el bienvenido regreso de estados unidos

LLa solicitud de reincorporación de Estados Unidos a la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) es una buena noticia que debe ser bien recibida como tal. Su resultado ciertamente no es la sombra de una duda y solo podemos saludarlo.

Cinco años después de que Estados Unidos saliera de escena, bajo el impulso miope de Donald Trump, instintivamente alérgico a cualquier forma de multilateralismo, la administración de Joe Biden entendió que la política de la silla vacía era incompatible con la preocupación por defender los propios intereses, y que sus La ausencia en esta tribuna ha acabado sirviendo a las del gran rival chino. Su regreso es tanto más importante cuanto que subraya que la UNESCO juega un papel que no debe ser subestimado en las reflexiones sobre los usos de la inteligencia artificial o la gangrena de la desinformación.

Esta chancleta es saludable. Las polémicas en torno, durante la pandemia de la Covid-19, al funcionamiento de la Organización Mundial de la Salud, considerada demasiado complaciente con el comportamiento de Pekín ante la ausencia de una presencia estadounidense más asertiva, ya habían puesto de manifiesto los excesos a los que ha llegado la opción de Washington de renunciar a asumir las responsabilidades. incumbe a la misma.

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La agilidad política desplegada a ambos lados del Atlántico también permitirá el retorno de la ganancia inesperada financiera de Estados Unidos. Este último ha sido bloqueado por una legislación particularmente contraproducente en el Congreso de los EE. UU. que prohíbe la financiación de cualquier entidad de las Naciones Unidas que incluya al Estado palestino, integrado en la UNESCO en 2011. Este avance diplomático permitirá a Washington saldar una deuda de 600 millones de dólares (555 millones de euros). Este desalojo no puede sino revitalizar el cuerpo que maneja la francesa Audrey Azoulay, con destreza un tanto disputada. No contó sus esfuerzos para llegar a este desenlace.

Versatilidad de las presidencias estadounidenses

Nadie negará que las Naciones Unidas atraviesan un período difícil de su existencia. La impotencia a la que se ve abocada por el uso abusivo de su poder de veto por parte de los miembros permanentes del Consejo de Seguridad, comenzando por Rusia, es la señal más clara de ello. La reforma de su uso, ciertamente todavía muy tímida, adoptada en 2022, es un primer paso en la dirección correcta. Cualquier acción para fortalecer en lugar de debilitar este multilateralismo sacudido es muy loable. Sigue siendo un bien común, insustituible por el momento.

La única reserva inspirada por el cambio de rumbo de Washington se refiere a la versatilidad de las sucesivas presidencias estadounidenses durante las últimas cuatro décadas. La sucesión de salidas y regresos solo puede generar dudas sobre la durabilidad de la decisión del 12 de junio, a menos de dos años de unas elecciones presidenciales que podrían llevar al partido de vuelta a la Casa Blanca tras una retirada ultranacionalista.

La incapacidad de los funcionarios estadounidenses para santificar su participación en los organismos internacionales, de los que muy a menudo fueron originarios, alimenta las dudas. Lo mínimo que podemos hacer, preocupados por los intereses que los funcionarios estadounidenses dicen defender, sería que su presencia deje de ser rehén de los cambios. Washington tiene mucho que ganar si rompe con esta inconsistencia para volver a convertirse en un elemento básico en las relaciones internacionales.

El mundo

By Morgan Jones

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