RResponder al desafío del cambio climático requiere una acción decidida de todos los actores económicos, públicos y privados, productores y consumidores. Deben ser parte de un marco coordinado y vigoroso, a nivel nacional por supuesto, pero igualmente a nivel internacional.
Contrariamente a estos imperativos, son la inercia y la confusión las que nos amenazan hoy. Muy pocos países pueden afirmar haber tomado medidas acordes con sus contribuciones anunciadas al Acuerdo de París de 2015, y aún menos proporcionales al objetivo de limitar el calentamiento global a 1,5 °C, o incluso a 2 °C.
Además, las iniciativas significativas rara vez forman parte de un marco cooperativo, que es la única forma de garantizar la coherencia general. Como resultado, la inacción alimenta las tensiones, y cada país culpa a sus socios por la insuficiencia de sus esfuerzos; la falta de coordinación, a su vez, socava la acción, reduciendo tanto su eficacia como su legitimidad (¿por qué aceptar restricciones si se siente como si fuera el único que lo hace?).
El reto de la economía política
El multilateralismo, es decir, la organización de las relaciones internacionales sobre la base de reglas comunes, es fundamental para salir de este círculo vicioso, siempre que se replantee en función de este objetivo. Como el tiempo es corto y el ritmo multilateral es lento y se basa en compromisos que a menudo se basan en el mínimo común denominador, se debe dar prioridad a las políticas internas.
La tarea ya es considerable, pues la lucha contra el calentamiento global supone cuestionar -modelos de consumo y producción, posiciones sociales e industriales- al tiempo que exige encontrar los recursos necesarios para esta gran transformación. El desafío más apremiante en la lucha climática es, por lo tanto, el de la economía política: para evitar la inacción, primero debemos crear alianzas climáticas internas.
La interesante posición de la administración estadounidense
Esto es lo que la administración de Joe Biden logró que el Congreso aprobara la Ley de Reducción de la Inflación en agosto de 2022. Este ejemplo es instructivo, porque está condicionando el apoyo público a la transición ecológica a cláusulas de contenido local, que son flagrantemente contrarias a los compromisos multilaterales de Estados Unidos, que ha formado una coalición entre ambientalistas, empleados e industriales.
Eran posibles otras soluciones, que habrían conciliado mejor la iniciativa estadounidense con la coordinación internacional. Pero siendo las tensiones políticas internas las que son, ¿quién puede decir que podrían lograrse en un tiempo razonable? Esta ley está abierta a críticas en muchos aspectos y su estructura hace que los europeos teman una competencia desleal en las industrias más afectadas por estos subsidios a la descarbonización.
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