Sáb. Nov 9th, 2024

Nicolas Schmit es tajante: “No hay compromiso posible con la extrema derecha ni con quienes la respaldan y amparan”. El luxemburgués, comisario europeo de Empleo y Derechos sociales, será proclamado este sábado spitzenkandidat del Partido Socialista Europeo (PSE). Eso significa que será el cabeza de lista de su familia política para optar a convertirse en el próximo presidente de la Comisión Europea. Todo en un momento turbulento para una Europa que todavía arrastra las consecuencias de la pandemia, con una guerra en el continente —la de Rusia contra Ucrania— y con una profunda división hacia las vulneraciones de la legislación internacional de Israel con sus ataques a Gaza. Una Europa desencantada en la que está avanzando el populismo y la extrema derecha. Que vende soluciones rápidas —e inviables, en realidad— a los problemas, señala Schmit (Differdange, Luxemburgo, 70 años), que habla con EL PAÍS entre reunión y reunión en la sede del Partido Democrático en Roma en la víspera del gran congreso del PES.

Su principal rival es Ursula von der Leyen, la actual jefa del Ejecutivo comunitario, de la familia del Partido Popular Europeo (PPE), favorita para repetir mandato. La alemana ha centrado su discurso en blindar y reforzar la seguridad en Europa con una nueva política de defensa y ha asegurado que no pactará con “amigos de Putin” o formaciones “anti-OTAN”. Eso descartaría teóricamente a formaciones como la francesa Reagrupamiento Nacional, de Marine Le Pen, pero deja espacio para varios partidos de ultraderecha, como el de Giorgia Meloni (Fratelli d’Italia), que llegó al poder precisamente de la mano de los conservadores de la familia de Von der Leyen.

Que el congreso del PES sea en Roma es otro gesto contra esas alianzas con los ultras. “La extrema derecha, da igual que sea un partido u otro, un grupo parlamentario u otro, tiene un discurso antieuropeo, nacionalista, a veces de odio y de división”, señala Schmit, que luce una chapa con el dibujo de una rosa roja en la solapa de la chaqueta. “Se lanzan a capitalizar esta o aquella situación, como vemos ahora con los campesinos y los agricultores. Y mañana están en otra cosa. Estaban en contra del glifosato, ahora están descubriendo que hay que estar a favor del glifosato. Son partidos que no tienen visión de futuro, planes, excepto volver atrás”, dice rotundo. “El problema de ir hacia atrás es que es la quiebra de Europa, pero también es la quiebra de nuestro modo de vida, el cuestionamiento de los valores fundamentales por los que hemos luchado durante décadas. Es la quiebra de la protección social, que es un elemento de cohesión”, añade.

Schmit es poco conocido a nivel europeo, incluso dentro de la burbuja de las instituciones comunitarias, pero se ha labrado la imagen de político solvente y honesto que no busca protagonismo, sino que se arremanga para hacer el trabajo. Ha sido el único aspirante a spitzenkandidat de su partido y por tanto, a medirse con Von der Leyen. Algunas voces señalan que aunque no se le vea como ganador, el comisario es la mejor baza para negociar los grandes puestos en el reparto postelectoral y para empujar a la Comisión más a la izquierda. “Hacemos campaña para ganar, luego veremos la realidad de los números, la composición del Parlamento Europeo. Queremos influir en el trabajo de la Comisión y negociar las políticas. Eso es esencial”, dice Iratxe García, presidenta del grupo de los Socialistas y Demócratas en el Parlamento Europeo en la presentación del Congreso.

Su hoja de ruta es caminar hacia una Europa más social, feminista y que avance hacia una “transición verde justa”, señala. “No habrá pausa en el pacto verde, pero se necesita una política de diálogo social acompañado de políticas sociales y de mercado de trabajo. Esta transición debe ser diferente, debe ser una transición justa”, remarca.

Cordón sanitario

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Los argumentos de Schmit dejan claro que Von der Leyen no tiene garantizado su apoyo para un segundo mandato si rompe ese cordón sanitario hacia la ultraderecha. La conservadora alemana, que pudo ser presidenta precisamente con los votos de ultraconservadores polacos y húngaros, sabe que su margen es estrecho y en los últimos tiempos se ha dedicado a hacer guiños a la extrema derecha y al sector más tradicionalista de su partido, en elementos como la agenda verde. Schmit asegura que no todo vale. “¿Puedo pertenecer a un grupo radical de extrema izquierda? ¿puedo llegar a un acuerdo o compromiso con [el nacionalpopulista húngaro Viktor] Orbán? No”, dice. “Hay una línea roja absoluta porque van en contra de todos nuestros valores y todo lo que tenemos, todo lo debemos lograr y construir en la Unión Europea. Nosotros no queremos tener nada que ver con esos partidos y la candidata [Von der leyen] debe reflexionar y elegir sus alianzas”, señala Schmit.

Pone ejemplos diversos, no solo el italiano, que ha sido el gran laboratorio del PPE para sus alianzas políticas con los ultras: también lo han hecho en Finlandia, en Suecia, coquetean con el ultra Geert Wilders en Países Bajos y el Partido Popular ha creado con el partido ultra y euroescéptico Vox alianzas para gobernar en ayuntamientos y comunidades autónomas, y se planteaban una coalición de Gobierno.

Schmit se centra más en una agenda social, pero en una Europa en una situación complicada, asegura que no está en contra de invertir en defensa. “Hubiera preferido que pudiéramos beneficiarnos del dividendo de la paz. Lamentablemente, alguien muy peligroso quería lo contrario y, por lo tanto, nos debemos a nosotros mismos y especialmente también a nuestros hijos una seguridad”, remarca. “No podemos aceptar que nuestros hijos estén expuestos a amenazas permanentes [de Vladímir Putin], al chantaje permanente de una potencia [Rusia] que es una potencia imperialista y, por sus orientaciones, una potencia fascista”.

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