Lsu decisión, asegura Joe Biden, fue » muy dificil » llevar. Al anunciar la adición de bombas de racimo a su nueva ayuda militar a Kiev, Washington en realidad ha dado un paso ético. El principio de estas bombas es dispersar decenas o cientos de artefactos letales antipersonal o antitanque sobre un territorio determinado. Notablemente efectivas en el campo de batalla, las bombas de racimo tienen un gran defecto. Cuando no explotan completamente al impactar, infectan permanentemente las áreas objetivo, afectando indiscriminadamente a la población civil.
Estas devastaciones han sido perfectamente documentadas, y muchos países incluso decidieron, con razón, en 2008, abstenerse de utilizarlas. Este es especialmente el caso de la gran mayoría de los países europeos que apoyan a Kiev, incluso militarmente. Otros, como Rusia, China, India o Estados Unidos, se han negado a dar este paso.
La doctrina del Pentágono sigue considerando las bombas de racimo como » armas legítimas cuya utilidad militar es evidente ». Estados Unidos acaba de admitir que quiere refinarlos, para que dejen de representar una amenaza una vez terminado el conflicto en el que fueron utilizados. Según datos oficiales, que hay que tomar con cautela, entre el 2% y el 6% de los explosivos permanecen activos tras el ataque inicial. Nuevamente, según los Estados Unidos, estas tasas serían más de diez veces más altas en el lado ruso.
Una lucha que solo puede ser en igualdad de condiciones
Solo podemos deplorar esta escalada en principio. Si bien se puede suponer fríamente que Ucrania solo puede luchar contra Rusia en igualdad de condiciones, los peligros son evidentes. Mientras se libra la guerra en Ucrania, los civiles ucranianos estarán permanentemente expuestos a municiones que supondrán una carga duradera para la reconstrucción donde se utilizaron.
Como ha admitido la Casa Blanca, la intensidad de los combates convencionales en curso ha puesto a prueba las reservas estadounidenses, hasta el punto de allanar el camino para que estas controvertidas entregas contrarresten la superioridad rusa en artillería. Esta admisión de debilidad afecta a todos los aliados occidentales de Ucrania. A más de un año del inicio de la invasión rusa, se demuestra que ésta sigue luchando por tomar medidas cabales del conflicto.
Al hacerlo, Washington está entrando en territorio peligroso. La actitud de Rusia durante el uso de armas químicas por parte del régimen sirio contra su pueblo en 2013 da fe de su total falta de consideraciones morales cuando sus intereses están en juego: Moscú nunca pondrá límites, a diferencia de las democracias, en la conducción de la guerra.
Así lo demuestra también su estrategia de ataques sistemáticos contra núcleos de población, ensayada durante el último cuarto de siglo en muchos teatros de operaciones. Hoy sumerge a Ucrania en el terror, día tras día, noche tras noche. Esta estrategia cínica hace que el debate sobre la naturaleza indiscriminada de las municiones en racimo sea casi secundario. Vladimir Putin no distingue entre objetivos militares y civiles. Cuando estos últimos se ven afectados, es conscientemente. Esta guerra de cobardes contra las ciudades ucranianas es el crimen de guerra más evidente del que es culpable el dueño del Kremlin.