Dom. Oct 6th, 2024

Unas pocas decenas de manifestantes se presentaron ante el Parlamento de Varsovia el lunes pasado, cuando tomaron posesión los diputados y senadores elegidos en los comicios del pasado 15 de octubre en Polonia. Ordenadamente y ante la mirada impasible de la policía, los activistas empezaron a desmantelar las vallas que el Ejecutivo ultraconservador de Ley y Justicia (PiS) había instalado en 2016 contra las protestas a su reforma judicial. Después hicieron lo mismo en el Tribunal Constitucional. Szymon Holownia, el nuevo presidente del Sejm (la Cámara baja), ordenó luego la retirada definitiva de la barrera de la acera. Arrancaba así la legislatura en la que las fuerzas liberales del país pretenden restablecer el Estado de derecho y los valores democráticos.

Un mes después de las elecciones, el partido de Jaroslaw Kaczynski todavía “está en una especie de estado de shock”, según admite Artur Wroblewski, profesor de política y analista, que se presentó en las listas de PiS sin lograr escaño. El partido fue la fuerza más votada, pero no logró los apoyos necesarios para gobernar. En opinión del politólogo, porque “sobrecalentó la campaña y exageró en sus posturas”. “Si el partido sigue como hasta ahora —muy conservador, imponiendo normas antiaborto, cooperando estrechamente con la Iglesia, intentando asustar con la inmigración musulmana, siendo extremadamente crítico con la UE y obsesionado con Alemania—, se extinguirá”, advierte Wroblewski mientras fuma una cachimba en un local de la zona de rascacielos de Varsovia.

Los ocho años de Gobierno ultraconservador han dejado un país cimentado sobre esas ideas que esboza Wroblewski, con la ayuda de dos instrumentos esenciales: el poder judicial y los medios de comunicación públicos. Los partidos encabezados por el conservador Donald Tusk han dado los primeros pasos la semana pasada para desmantelar el sistema iliberal de PiS con la nueva mayoría parlamentaria. Cuando fracase la misión de formar Gobierno que el presidente, Andrzej Duda, ha encomendado al hasta ahora primer ministro Mateusz Morawiecki, continuarán el trabajo desde el Ejecutivo, previsiblemente en diciembre.

Preguntado sobre cómo será la nueva Polonia, el diputado Andrzej Domanski, del partido de centroderecha Plataforma Cívica (PO) de Tusk, respondía solemne la semana pasada en los pasillos del Sejm: “Polonia dio un giro de 180 grados el 15 de octubre. Hemos vuelto a Europa desde el camino a Hungría”. El acuerdo de coalición que presentaron las tres fuerzas liberales es un esbozo del país que esperan construir. Una Polonia proeuropea, respetuosa de la ley, con valores democráticos liberales y relaciones internacionales constructivas.

Domanski, en las quinielas para ser ministro de Finanzas, avanza algunas medidas económicas del nuevo Gobierno, como un aumento “sustancial” del sueldo de los profesores, rebajas del impuesto sobre la renta y una apuesta por las energías renovables. El nuevo Gobierno se aplicará en “restaurar el Estado de derecho y atraer la inversión extranjera”, asegura.

El documento que recoge los compromisos básicos del Gobierno habla también de construir “una nación moderna”, pero no incluye avances sociales como la legalización del aborto, derechos de la comunidad LGTBI como el matrimonio o la adopción, o menciones a los derechos de los refugiados. “En nuestra coalición hay fuerzas conservadoras”, señala el diputado, en referencia a la alianza Tercera Vía, formada por Polska 2050 y el partido agrario PSL. Como recuerda, más del 70% de los diputados usaron la fórmula religiosa al jurar el cargo.

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El partido progresista de la coalición, Izquierda (Lewica), registró dos leyes el primer día de la legislatura, una para legalizar el aborto hasta la semana 12ª, y otra para descriminalizarlo. La diputada Katarzyna Kotula reconoce que las propuestas tienen un futuro incierto, primero por el rechazo de Tercera Vía, y segundo, por el previsible veto de Duda. Después de la movilización sin precedentes del voto femenino, clave en la victoria del bloque liberal, la diputada asegura que “muchas mujeres están indignadas” por la falta de acuerdo sobre el aborto en la coalición. “Yo lo entiendo [el enfado]. Y espero que otros diputados lo entiendan también y vean que es la forma más fácil de que PiS regrese al poder”, afirmaba en el hall de un Parlamento imbuido en el frenesí del inicio de la legislatura.

“Mecanismos de control”

El analista y escritor Aleksander Smolar advierte de que pese a “la euforia” por la victoria que se respira en el campo liberal, la coalición tiene serios problemas. “PiS ha introducido muchos mecanismos de control”, explica, y cita los más difíciles de superar: el presidente, el Tribunal Constitucional —”grotesco y paralizado”— y el Banco Central. “Pueden oponerse radicalmente a cualquier política e intentar destruir la mayoría parlamentaria, que es heterogénea y está por ver cómo resiste a los problemas”.

Duda, que hasta que llegó a la presidencia era miembro de PiS, advirtió en la sesión constitutiva del Sejm de que tratará de “salvaguardar los logros de los últimos ocho años” y no dudará en vetar iniciativas legislativas, especialmente si estas limitan sus competencias. El presidente se ocupa de las relaciones internacionales, pero es también coautor de la reforma judicial que enfrenta a Polonia con la UE por atacar la independencia judicial, que le ha costado al país el bloqueo durante meses de 35.400 millones de euros del plan de recuperación.

En Polonia hay un intenso debate sobre cómo deshacer el control de PiS de instituciones como el Tribunal Constitucional y el Consejo Nacional del Poder Judicial. Hay quien aboga por soluciones radicales para acabar con situaciones derivadas de decisiones consideradas ilegales. Otros abogan por ir despacio, respetando escrupulosamente la Constitución, y en el peor caso, esperar a que expire el mandato de Duda a mediados de 2025. Mientras, el Sejm va dando pasos, aunque por ahora meramente simbólicos, como la elección el martes pasado de cuatro diputados liberales para sustituir a los de PiS en el Consejo Nacional del Poder Judicial. El órgano, considerado ilegítimo por las principales organizaciones de jueces, está formado principalmente por magistrados elegidos por la anterior mayoría parlamentaria de PiS (15 de sus 25 miembros).

El nuevo Gobierno también abordará la situación de los medios de comunicación públicos. Marcin Antosiewicz, periodista y politólogo que trabajó más de 15 años en la radio y la televisión públicas, recuerda que PiS inyectó millones de eslotis en su presupuesto, y tomó el control para convertirlos “en maquinarias de propaganda”. “Tiene que haber una revisión de las responsabilidades individuales y todos los que tomaron decisiones y favorecieron la propaganda se tienen que ir”, afirma Antosiewicz en la cafetería de la Universidad de Vístula, donde es profesor.

El periodista dejó su puesto como corresponsal en Berlín cuando intentaron forzarle a establecer un vínculo que no existía entre el autor de un atentado en Múnich en 2016 y la crisis de los refugiados de esa época. Ahora aguarda expectante a que el nuevo Gobierno aborde “rápido” la dirección de los medios, porque “es donde empiezan todos los problemas”. Hay varias fórmulas para hacerlo, aunque algunas generan dudas legales. Le encantaría volver a la televisión, pero antes quiere ver “cómo entienden los medios” los nuevos responsables. Tusk, recuerda, es un liberal también en lo económico y “ha planteado la disyuntiva populista de elegir entre financiar los medios o los tratamientos contra el cáncer”.

Mientras los políticos y los expertos estudian cómo construir la nueva Polonia, en la calle los votantes de la derecha y la extrema derecha, como Radek Rokita, un trabajador de la hostelería de 51 años que votó a Confederación, temen que con el cambio de Gobierno se produzca “una regresión en las leyes, en la economía y las relaciones entre la gente”. María Anna, florista de 23, tiene una esperanza contenida: “Yo creo que el país será mejor, pero veremos”, dice mientras corta los tallos de las rosas, confiando en que la ley del aborto mejore pese al presidente. La ingeniera Brygida Kowalska, de 32, cree que para la gente corriente, “todo seguirá igual”. “La mentalidad de la gente sigue siendo la misma”, añade antes de subirse a un tranvía.

A las seis de la tarde del primer día de la legislatura ya solo quedaban dos activistas frente al Parlamento. “Yo voté por el aborto, ahora les toca a ellos”, decía enfadada Katarzyna Magyszro, directora de animación de 32 años, que estaba ahí para recordárselo a los diputados. Su compañero de 22 años, Adam Naceur Ferdjani, trabajador en una ONG, celebraba que el desmantelamiento de la valla, “símbolo de la separación entre el poder y el pueblo”, aunque auguraba movilizaciones para exigir avances sociales. “Pero al menos ellos están dispuestos a escuchar”, reconocía el joven sobre los partidos liberales que espera que reconstruyan el Estado de derecho polaco, mientras a pocos metros una pareja se hacía un selfi en la acera recién recuperada.

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