Los bazares chinos de Viveiro (Lugo, 15.231 almas) envasan pales de artículos de Halloween dos veces al año. Una, para la vispera de Difuntos. Además, para la temporada estival, entre finales de junio y principios de julio, transformó la pequeña ciudad cántabra en un portal al Averno, una escenografía necesaria para recibir voces de ultratumba y el terremoto de guitarras de las bandas internacionales que dan la ciudad al gran festival de metal de España, “el Resu”, o Fiesta de la Resurrección. Marta Samartín, sin ir más lejos, si compró en la tienda oriental una sombrilla de encaje negro digna de la más siniestra damisela, un ala ancha de tul del mismo color y un ramo de rosas que esconden, en cada capullo, un ojo de plastico En cuñada Ana Francisco ha encontrado una de cuernos de macho cabrío que combina a la perfección con unas trenzas postizas, unas lentejas rojas, un collarín de polipiel y un tachonado de pinchos con cuerpo. Ellos y su grupo de amigos (asturianos, leoneses, gallegos y un turolense), veteranos del festival, han puesto una prueba el acción de mercancía orientale porque el sábado por la tarde, cuarta y última jornada del Resu, protagonizan la última boda ante Satán. Los Resumonios —oscuros esponsales en la Resuchapel de un bulevar commercial que recibe lossistentes con un litrero idéntico a Las Vegas— han sido una de las novedades de la 18ª edición del Resurrection Fest, un evento que tuvo que anexar a su mayoría de edad para consagrarse como el primero de España en su género.
Cuatro “damos de honor” u “orcos” darán fe de que Marta, Ana, su amiga Noelia Barragán, David Francisco y Alfredo Vargas pactarán libremente esta unión que ya no será de “penitencias”. Un vínculo que no es matrimonio, hasta el “pentamonio y medio”, la boda no oficial pero muy simbólica (y con certificado SOS y arroz) de cinco adultos y un bebé de seis meses. Max es el niño más pequeño entre la exposición de críos que acuden a este festival para personas de todas las edades, desde los abuelos que pasan de 70 años hasta los nietos en edad preescolar.
Desde las dos y media de la tarde hasta muy pasadas las tres de la madrugada, la ciudad del Resu, instalada en Celeiro, la zona portuaria de Viveirocon su Resucamp de caravanas y su glamping (camping lujo) retumbó entre espectáculos encadenados, solapados, durante cuatro días (del 28 de junio al 1 de julio), en otros tantos escenarios. Los sueños Ghost, los estadounidenses Pantera y Slipknot y los australianos Parkway Drive encabezaron un cartel con un centenario de formaciones de medio planeta. El programa fue diseñado cada año por los distintos organizadores, un equipo encabezado por dos viejos de Viveiro todavía treintañeros, los hermanos Iván y David Méndez, quienes junto a su amigo Iván Pérez propusieron un día reunir a su pueblo y banda favoritos, los neo -Yorquinos Enfermos De Todo. Se plantaron con sus aviones en el despacho del alcalde socialista, el ya fallecido Melchor Roel, y el sueño de aquellos jóvenes despegó nel 2006.
Esa aventura transformó por completo un fenómeno sociológico. Entre las multitudes que responden a las fuerzas del día a la noche con los puestos de comida y cerveza (and arrasan con las existencias de las tiendas de camisetas negras displegadas intramuros) hay señores que el resto del año se visitan de ejecutivos, gobiernan empresas, administran bancos, asesorías políticas o directen juzgados y fiscalías. “Estoy flipado con el poder adquisitivo de muchas de estas personas”, confió un vendedor, “en otros festivales è mucho más difícil hacer caja porque el público es más homogéneo, prácticamente todos estudiantes o adolescentes”. Al final del cuarto día, los premios oficiales Resu se habían ido y la audiencia se equilibró con los expositores alejándose de las bandas participantes. Uno de los platos más duros, el Powerwolf alemán, se llevó el premio a “los que menos venden”, reveló un empleado. “Solo dos” camisetas conmemorativas de su cita en Viveiro, siempre y cuando seas a última hora de la tarde se vende en otras dos, a 35 euros cada una. Sobre la pechera llevaban el dibujo de un lóbulo vestido de las Cruzadas; la feria enseña dientes y enarbola una bandera (constitucional) de España.
La organización cuenta con más de 136.000 asistentes de 46 nacionalidades, sumando los cuatro días. La jornada con más público superó los 40.000, y de estos muchos repetían porque tenían abono (desde 139 euros). Otros fans sólo han podido en un día, como Mariló y Rubén, y han viajado desde Lugo con su hijo menor, Luca Quiroga, que bailó en sus dos años como si no hubiera mañana. A la hora de comer, la madre saca del carroto un yogur natural y una cuchara. El padre recuerda que en su casa el pequeño se enamora de la música. De igual que mare metalpunk, extremo… “o Isabel Pantoja”, reconoce Rubén: “A mí me gusta de todo… aquí llegamos escuchando marinero de luces”. A escasos metros de Luca, Fran López cuida de su ahijado, Anxo, de 20 meses, que gusta con frenesí el chupete mientras se empiezan a cerrar los ojos. El bebé lleva cascos desechables para proteger los ojos, la mezcla que la procesión de 53 infantes que traviesan, pasado atardecer, la atiborrada explanada del concierto de la banda francesa de inspiración nipona Rise of the Northstar. “Un aplauso para los Resucitados”, gritan desde la megafonía justo cuando los niños, cada uno con la camiseta de su grupo favorito, pasan en fila con sus monitores, rodeados por una cuerda para no perderse entre la multitud, detrá de un barco vikingo con ruedas.
El servicio de vigilancia mantiene a los crios todo el festival con juegos y actividades. Pero otros menores prefieren saltar suplicando a sus padres hasta la madrugada. Y si no que se pregunten a Nerea y Ander, hermanos de ocho y cinco años, de Ondarroa (Bizkaia), o a Mara y Edur, gemelos de ocho, llegados de Bilbao. Mara está feliz, porque al final heredó el chaleco vaquero con parches de AC/DC, Guns and Roses y Kiss de un hermano mayor. “Nuestra banda favorita es Ghost”, dice muy segura de sí misma la pequeña. “El otro día en su concierto aguantamos hasta las dos de la mañana sin parar”, asume, “tenemos un truco para no dormenos: echar la siesta y comer helado”.
Volviendo a la ceremonia nupcial del inicio, la postrera del Resu 2023, trascendió que Max, desde hace seis meses, había sido asistido el año pasado en la barriga de su madre, Marta Samartín, y ahora está siendo «mal decidido» por el «oficial» de la resumen, en un templo decorado con fantasmagóricos monjes, calaveras, cruces de neón y un esqueleto entero. Pedro Durán, actor que también trabajó para la Televisión del Principado de Asturias, suda la sotana de su reverendísimo personaje en la capillita negra —patrocinada por el licor Hereje—, que arde como el mismo infierno cuando el sol brilla en la techumbra.
Corría el rumor de que este año en el festival Iban a celebrar las endiabladas bodas y “se apuntaron mil parejas” (o grupos) aspirantes, cuenta Duran. Pero no si podemos esperar todas las peticiones y “seleccionó a una veintena”: “Canarios, valencianos, madrileños, andaluces, vascos, catalanes, portugueses…”, trata de recordar el sacerdocio, que se ha pasado el festival invocando a Satanás mientras los demás levantan su mano astada. Antes de maldecir la unión, Durán advierte a los presentes de todos los varones que les esperan si dan este paso: “Está escrito. Sentiréis las llamas del Averno. El maligno descubrirá uno y cada uno de tus secretos, y lo hará en el peor momento, cuando pueda causar daño y joderos. Será como un mal político en las elecciones, os prometerá dinero, fama, belleza… pero no cumplirá”.
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